Friday, January 11, 2013

El pozo

El pozo por Augusto Céspedes
Cespedes - nació Cochabamba, Bolivia, 1904
-soldado en la guerra del Chaco
-voz pública de los intelectuales y estudiantes que fundaron en 1941 el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)

su obra - realidad histórica de su país
- las claves de su narrativa: el equilibrio entre la sátira hiperbólica, la concisión, el absurdo que emana de la propia realidad y la mordaz crítica social, pues describió las fuertes diferencias raciales radicalizadas por la guerra.

-El pozo, uno de sus cuentos más célebres, refiere un episodio de la guerra del Chaco: es uno de los relatos más conocidos de la literatura boliviana y de América Latina en general, por su parquedad y tragedia mesurada, y está escrito en forma de diario.

El protagonista, leyendo de su diario mientras esta en el hospital
los soldados viven por dias y dias con muy poco agua, luchan por el agua, luego empiezan a excavar el pozo
excavan por meses pero no alcanzan el agua, reciben ordenes de continuar excavando

“el pozo va adquiriendo entre nosotros una personalidad pavorosa, substancial y devoradora, constituyendose en EL AMO, en el desconocido senor de lso zapadores”
“invirtiendo el sentido de sus existencias de seres humanos...con el alma llena de tierra del Chaco”
llegando 40 metros,
“separado para siempre del resto de los hombres, lejos de la guerra, transportado por la soledad a un destino de aniquilacion que me estrangula con las manos impalpables de la nada”
COSAS RARAS, los hombres ven espejismos (mirages), fiebres
-se ha convertido en pesadilla, el protagonista sube y baja lleno de miedo, todos los soldados quieren ser mandados a la primera linea

“ya no se cava para encontrar agua, SINO POR CUMPLIR UN DESIGNIO FATAL, UN PROPOSITO INESCRUTABLE”

Nunca hay nada, “siempre nada, igual que la guerra”

7 meses de cavar, y reciben el orden de parar

una batalla, tiran los cuerpos en el pozo, aún así es el pozo mas hondo de todo Chaco

http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/493-iy-se-los-trago-el-chaco-el-pozo-de-augusto-cespedes-metafora-de-una-guerra-estupida-entre-bolivia-y-paraguay
El cuento “El Pozo” [. . .] es la reproducción del supuesto diario del suboficial boliviano Miguel Navajas, internado en el hospital de Tarairí, con avitaminosis beribérica. Narrado en primera persona, es Navajas quien relata, día a día, la historia de la excavación de un pozo. El relato se desarrolla a lo largo de casi todo 1933. Sobre la tormenta del odio, la sed es el personaje omnipresente, silencioso y letal, alimentada por el calor, fantasma transparente volcado de bruces sobre el monte. La sed es el mismo tormento que abruma a bolivianos y paraguayos, esta vez oprimiendo a un pequeño destacamento de zapadores, al Norte de Platanillos. El hallazgo es un pozo, abierto quién sabe cuándo ni por quién. La orden es profundizar sus cinco metros hasta llegar al líquido vital. Los zapadores cavan, día a día, y el pozo se va ahondando. El hallazgo de barro despierta un soplo de esperanza. Pero más abajo sólo hay más tierra seca. Tierra, tierra, espesa tierra que aprieta sus puños con la muda cohesión que la asfixia. Veinte metros. Treinta metros. El pozo niega el agua, pero va adquiriendo sobre ellos una personalidad inquietante, imponiendo su vasta y oscura presencia que se dirige verticalmente hacia las ignotas entrañas del planeta. Cuarenta metros. Los hombres son cada vez menos hombres y más gusanos, encerrados en la sombría caverna. En el pozo no hay guerra, ni tampoco hay vida: sólo una oscuridad percutida por los golpes de pico. No hay día ni noche, y sólo un perímetro redondo donde los zapadores arañan el vientre del monstruo. En algún momento, la profundidad comienza a producir delirios. Cuarenta y cinco metros. El agua se repliega hacia el centro ígneo del planeta, escurriéndose de los desesperados zapadores. ¿Qué importa ahora la guerra? El único mundo es este sitio, cilíndrico, negro, mudo. Los hombres se desmayan, víctimas de la asfixia. Su realidad ya no es la superficie, donde está ocurriendo una guerra, sino ese extraño pozo, cuya tierra se va apoderando de ellos, cubriéndolos de pies a cabeza En siete meses de trabajo y delirio, no se ha logrado encontrar nada. El pozo es irrefutablemente estéril. Y aquí comienza una comedia de equivocaciones. Los paraguayos, al recibir la noticia de que el enemigo tenía un pozo, atacan rabiosamente, para apoderarse de él. Hay un combate. Trece muertos, en total, para ambos bandos. Cinco horas de combate por un pozo vacío. Muertes inútiles, sin sentido, por una excavación igualmente inútil, pero que ha adquirido consistencia metafísica, apoderando de la conciencia de todos. Pero ahora que se ha confirmado su sequedad, el pozo servirá para algo: de sepultura. Los cadáveres son arrojados al fondo. Y, sobre ellos, se ordena echar tierra, para tapar el agujero. Terrible símbolo de esta guerra, cuyos protagonistas son la sed y el calor, el sufrimiento y el delirio, mucho más que las disputas de los hombres sobre mapas y coordenadas. La tierra termina devorando a combatientes de ambos ejércitos, en la quietud irremediable de la muerte. Al final, uno parece que no está leyendo el diario del suboficial Navajas, sino la burlona relación de un pozo, cuyo único ojo mira inútilmente al cielo.[5]

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